[Erika M. Martínez Ramírez]
Efímero, pasajero, breve…
Son algunas de las palabras que menos tomamos en consideración cuando pensamos
en arte. Pero, “¿qué es arte?” ¿Acaso existen unos requisitos ineludibles para
calificar concretamente que es arte? Convencionalmente, puede uno pensar que
arte es aquello que crearon los grandes artistas del pasado, lo que se expuso
en los Salones, y hoy día en las galerías y museos. Sin embargo, ¿cuán seguros podemos estar de lo que es arte
en nuestra contemporaneidad? El misterio
radica en la subjetividad de la respuesta, tal y como dijo alguna vez Hume, “el
gusto es individual, solo hay que cultivarlo.”
En cambio, la caracterización
efímera mejor describe la producción artística de Andrés Amador. Arena, mar y
viento, junto a un rastrillo, son el medio y la herramienta que Amador emplea
al momento de crear sus monumentales obras perecederas. Se podrían considerar
como obras partícipes del movimiento denominado como Land Art, en el cual se utilizan materiales como la tierra, rocas,
madera y elementos que la propia naturaleza nos obsequia. El artista,
originario de San Francisco, comienza el proceso de creación con bocetos que en
ocasiones se ve forzado a modificar mientras está creando sus obras. Debido a
que su trabajo está subordinado al pasar del tiempo y las condiciones
atmosféricas, este artista se ve forzado a comenzar sus obras temprano en la
mañana con aproximadamente dos horas para el proceso, dependiendo de la pieza a
realizar. Una vez llega a la playa designada, comienza haciendo un boceto
lineal sobre la arena, luego emprende a darle forma y sobras hasta que llega el
momento donde obtiene, desde las alturas, la imagen perfecta de lo que pretende
representar. En la gran mayoría de ocasiones vemos obras de formas orgánicas
como flores y hojas, pero también percibimos líneas curvas con movimiento
simulando y recordando que una de sus variables en contra es el viento. En
contra, pues es este, quien en ocasiones le gana al agua, esa guerrera malvada
que destruye todo a su paso, y se encarga de desmoronar las obras de Amador con
su movimiento invisible e inesperado como fantasma.
Tal vez los patrones le sean
familiar y lo son si han observado los hermosos jardines del Palacio de
Versalles. Estos famosos jardines franceses, no son otra cosa que hierbas o
arbustos que crecen en patrones diseñados por la mano del hombre que le otorga
dicha forma, recordándonos su dominio sobre la misma, a diferencia de las obras
de Amador donde los factores de la naturaleza son quienes dominan el tamaño y
la duración de las mismas. Otra diferencia es que los arbustos de los jardines
franceses tardan meses en tomar su forma completa, mientras que las obras de
Amador no llegarán, en la mayoría de los casos, a ver un nuevo día. Pero no es
de alarmarnos, pues entre la definición del arte efímero según José Fernández
Arenas - sin escapar de la ironía
de su apellido- , en su libro Arte
efímero y espacio estético,
menciona que el valor del arte efímero
reside en ser consumido. Debe ser un deleite poder observar en directo la
creación de tan espléndido trabajo, que lamentablemente no llegara a museos,
pero como el propio artista comenta, al día siguiente tendrá un nuevo lienzo.
[Erika M. Martínez Ramírez]
Andrés
Amador. Santa Cruz, CA.
|
Jardines
de Versalles.
|
Para más información sobre las obras de Andrés Amador:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarComo amante de la naturaleza que soy me encanto y disfrute esta critica desde su comienzo. El uso de la expresión, “el gusto es individual, solo hay que cultivarlo" muy bien aplicada pues añade cierta curiosidad a lo que sigue. La exposición del gran arte del artista Amador es sencilla e interesante. El juego de palabras como; le gana al agua, esa guerrera malvada, movimiento invisible e inesperado como fantasma, le dan un toque especial y emotivo a la critica asi como las comparaciones y diferencias utilizada con los Jardines de Versalles.
ResponderBorrar