[Angeline Medina]
La exposición Born to be a Legend del artista ginebrino
Cameron Grey es una conglomeración de confusión hipnótica por medio de capas
cromáticas, collages de imágenes kitsch y frenetismo de la digitalización. Tras
las interrogantes que surgen durante el post-modernismo del arte, donde la expresión
del artista parece haberse convertido en un monstruo que destruye todo método,
proceso o articulación de la idea, la producción artística de Grey parece ser
el desbocamiento de una avalancha que recoge todo y cuanto se le tope en su camino, a manera de exaltar
la expresión y personalidad del artista.
Desde sus imágenes estratégicamente interactivas hasta sus instalaciones electrónicas, constando algunas de 24 pantallas plasma, la obra de Grey es un reto a la concepción estética tradicional en cuanto al arte. La descontextualización del objeto ya existente, destruyendo el aura que lo rodea, traspasa las fronteras del arte alto y bajo, crea un ambiente donde nada es sagrado, todo y nada es arte.
Pero aunque
a primera vista lo que veríamos sería solo un caos en capas de imágenes o
fuertes empapes de pintura en neón chorreados arbitrariamente, si le concedemos
unos momentos más de observación nos sorprendería tal vez identificarnos un
poco con su arte, pues cada pieza se proyecta como un reflejo de nosotros como
consumidores. Born to be a Legend es un reflejo de nuestro mundo, es una
metamorfosis de todo aquello en lo que participamos, y consumimos, a una
fealdad que exige apreciación, pues su misma fealdad es consecuencia de
nosotros.
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