Entre
tijeras y pegamento: fotomontaje como arma de guerra
[Por Patricia Herryman]
Durante
la Primera Guerra Mundial, Helmut Herzfeld se vió obligado a enlistarse en el
ejército, aunque tiempo después logró salirse de éste fingiendo una depresión
nerviosa. Al salir del ejército fue cuando entonces cambió su nombre, en modo
de protesta, a John Heartfield. Para finales de la Primera Guerra Mundial el
artista formaba parte del Dadá. El Dadá fue un movimiento que retó tanto al
arte, como a la literatura y la poesía, que tuvo sus comienzos en 1916 en un
café en Zurich. Más
que un movimiento artístico, se puede considerar un estilo de vida, defendiendo
el caos ante el orden y la imperfección ante la perfección. Pero cabe aclarar,
que no era simplemente un cuestionamiento ante la antigua escuela clásica del
arte, sino que fue un cuestionamiento el concepto de arte antes de la Primera
Guerra Mundial. El Dadá buscada el shock, el escándalo y sobre todo la
protesta. John Heartfield se convertiría en uno de los grandes artistas
conocido por la protesta y denuncia política hacia el régimen Nazi y sus líderes dentro de sus trabajos. Fue
entonces que experimentó con el fotomontaje como medio artístico junto a George
Grosz, otro artista alemán dentro del dadaísmo. En los comienzos
del fotomontaje, era común que se utilizaran recortes de periódicos y revistas. Estos
artistas, en especial Heartfield, aprovecharon el uso de los slogans por parte
de los Nazi en sus campañas para entonces jugar con palabras y crear una
campaña propia, pero en contra del régimen y sus acciones. Sus carteles estaban
compuestos de fotografías de
personas, o recortes de letras formando frases, que pegaban unas sobre las
otras, ganando así un nuevo significado estético y de contenido activista
político.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, su trabajo artístico demostró ser más representativo de su propia
personalidad, y fue cuando más productivo estuvo. Sus obras cargaban una
crítica satírica aún más fuerte al Tercer Reich, condenando al antisemitismo y
a la sociedad industrial capitalista. Entre 1930 y 1940 Heartfield creó
trabajos que aun reconocemos hoy, como lo es Hurrah, die Butter
ist Alle!,
en donde se presenta una familia alemana sentada a la mesa comiendo partes de
una bicicleta, un bebé masticando un hacha y un perro acostado en el suelo
mordiendo un tornillo y una tuerca. Las paredes están forradas de suásticas y
un cuadro al fondo de la cara de Adolfo Hitler. En la parte inferior,
observamos una cita de uno de los miembros infames del partido nazi, Hermann
Goring, que lee: “Ore has always made an empire strong, butter and lard has
made a country fat at most”. Este es uno
de los ejemplos en el que Heartfield utilizó sus trabajos plásticos para
despertar en el pueblo una reacción ante los abusos y marginación de un régimen
totalitario. Fue entonces con la llegada de la técnica del bajorrelieve que
Hearfield tuvo la oportunidad de difundir sus trabajos a manera de cartel y así
poder llegar a más personas. La Segunda Guerra Mundial se caracterizó por
utilizar la propaganda como arma, y fueron entonces los carteles de Heartfield
la contestación a los métodos de manipulación en masa de Hitler y sus líderes
en poder y el fotomontaje la herramienta perfecta para tomar ilustraciones
populares de la época, como fotos de líderes políticos, símbolos representativos de la
guerra entre otras cosas y utilizarlos a su favor para llevar un mensaje.
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