viernes, 9 de mayo de 2014

Entre tijeras y pegamento: fotomontaje como arma de guerra
[Por Patricia Herryman]
Durante la Primera Guerra Mundial, Helmut Herzfeld se vió obligado a enlistarse en el ejército, aunque tiempo después logró salirse de éste fingiendo una depresión nerviosa. Al salir del ejército fue cuando entonces cambió su nombre, en modo de protesta, a John Heartfield. Para finales de la Primera Guerra Mundial el artista formaba parte del Dadá. El Dadá fue un movimiento que retó tanto al arte, como a la literatura y la poesía, que tuvo sus comienzos en 1916 en un café en Zurich. Más que un movimiento artístico, se puede considerar un estilo de vida, defendiendo el caos ante el orden y la imperfección ante la perfección. Pero cabe aclarar, que no era simplemente un cuestionamiento ante la antigua escuela clásica del arte, sino que fue un cuestionamiento el concepto de arte antes de la Primera Guerra Mundial.  El Dadá buscada el shock, el escándalo y sobre todo la protesta. John Heartfield se convertiría en uno de los grandes artistas conocido por la protesta y denuncia política hacia el régimen Nazi y sus líderes dentro de sus trabajos. Fue entonces que experimentó con el fotomontaje como medio artístico junto a George Grosz, otro artista alemán dentro del dadaísmo. En los comienzos del fotomontaje, era común que se utilizaran recortes de periódicos y revistas. Estos artistas, en especial Heartfield, aprovecharon el uso de los slogans por parte de los Nazi en sus campañas para entonces jugar con palabras y crear una campaña propia, pero en contra del régimen y sus acciones. Sus carteles estaban compuestos de fotografías de personas, o recortes de letras formando frases, que pegaban unas sobre las otras, ganando así un nuevo significado estético y de contenido activista político.


Durante la Segunda Guerra Mundial, su trabajo artístico demostró ser más representativo de su propia personalidad, y fue cuando más productivo estuvo. Sus obras cargaban una crítica satírica aún más fuerte al Tercer Reich, condenando al antisemitismo y a la sociedad industrial capitalista. Entre 1930 y 1940 Heartfield creó trabajos que aun reconocemos hoy, como lo es Hurrah, die Butter ist Alle!, en donde se presenta una familia alemana sentada a la mesa comiendo partes de una bicicleta, un bebé masticando un hacha y un perro acostado en el suelo mordiendo un tornillo y una tuerca. Las paredes están forradas de suásticas y un cuadro al fondo de la cara de Adolfo Hitler. En la parte inferior, observamos una cita de uno de los miembros infames del partido nazi, Hermann Goring, que lee: “Ore has always made an empire strong, butter and lard has made a country fat at most”.  Este es uno de los ejemplos en el que Heartfield utilizó sus trabajos plásticos para despertar en el pueblo una reacción ante los abusos y marginación de un régimen totalitario. Fue entonces con la llegada de la técnica del bajorrelieve que Hearfield tuvo la oportunidad de difundir sus trabajos a manera de cartel y así poder llegar a más personas. La Segunda Guerra Mundial se caracterizó por utilizar la propaganda como arma, y fueron entonces los carteles de Heartfield la contestación a los métodos de manipulación en masa de Hitler y sus líderes en poder y el fotomontaje la herramienta perfecta para tomar ilustraciones populares de la época, como fotos de líderes políticos, símbolos representativos de la guerra entre otras cosas y utilizarlos a su favor para llevar un mensaje.

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