viernes, 9 de mayo de 2014

La tragedia se hace palpable en la ficción
[Por Angeline Medina]
            Desde el siglo XX, el arte cómic ha influenciado indudablemente el mundo del entretenimiento. Su influencia ha sido tal, que hemos visto cómo diversas películas han tomado historias y personajes famosos de la cultura cómic y los han llevado a la pantalla grande, atrayendo así una mayor audiencia a este tipo de historias y acentuando este género como uno predominantemente de acción y ficción. Quizás, es por tal razón que a pesar de la fama que el género de superhéroes y acción dentro del cómic ha logrado acaparar, prevalece aún una actitud de rechazo en torno al medio en general como una posible fuente de arte con mayor peso, capaz de retar nuestras concepciones y de calar hondo en nuestras sensibilidades. No obstante, tiene el potencial de serlo, y ha sido demostrado desde el 1986, con la publicación de la novela gráfica Maus: A Survivor’s Tale, y su segundo volumen Maus: And here my troubles began por el caricaturista Art Spiegelman, el único cómic en merecer la distinción de un afamado premio Pulitzer.


            Maus es una novela gráfica la cual relata el periodo de la vida del padre del autor, Vladec Spiegelman, como prisionero y sobreviviente judío del holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Bajo una representación muy caricaturizada y en el estilo “noir” de cómic, los judíos en Maus están representados por ratones, y los alemanes nazi por gatos. Es una referencia directa a la percepción de la época como los judíos siendo una raza inferior y los gatos como un animal fuerte y dominante el cual se dispone a cazarlos. Esta animalización de las personas contribuye a esta división de etnias promulgada por el gobierno nazi, donde también en el cómic los polacos se representan como cerdos, los franceses como sapos y los americanos como perros. Es una decisión intrigante la de Spiegelman al utilizar esta visualización, pues proyecta que la línea libre e inquieta de su novela sea simpática inicialmente a los ojos del lector. Esta fue una de las razones que me causó interés en leerlo, y a continuar leyéndolo. Sin embargo, y al profundizar en los diálogos y trama que se presentan, me he dado cuenta que esta línea carga un peso histórico tremendo. Por medio de la narrativa visual, es posible identificar cómo la expresión del dibujante esconde tras de ella un tema mucho más complejo de lo que ya es conocido, repleto de matices el cual experimenta una sociedad entera frente al resto del mundo, y que se hace parte de cada individuo que presencia esta deformación de la humanidad. El lector conocerá el transcurso de Vladec, un muchacho pudiente, con metas de prosperar en el mundo de los negocios y como este se deteriora social y económicamente hasta convertirse en una presa del gobierno nazi, perdiendo su dignidad y su humanidad frente a este gobierno al igual que su nación completa. No obstante, fue por su astucia en la forma en que consigue acuerdos y tratos entre otros empresarios judíos y en ocasiones hasta con soldados nazis, lo que le salva la vida en muchas ocasiones. Es interesante ver cómo mediante esto, el concepto predispuesto de la víctima adquiere otro grado de complejidad. El lector puede inferir que de no ser por su posición social no hubiese tenido la misma oportunidad para sobrevivir.  Conjunto a su historia, Spiegelman ilustra también la tensa relación que ha crecido entre él y su padre, quebrada en parte por esta misma marca que queda en la vida de Vladec. Se contraponen dos perspectivas de vida. Una la cual carga con un torbellino de experiencias crudas que marcarán de por vida la identidad del padre, y otra ajena a esta experiencia, la de Art, la cual tiene que llegar a términos con un pasado que desconoce pero que ya está impregnado en la historia de su identidad, y el cual se le presenta continuamente en la figura de su padre. Es un enfoque dentro de un pasado ya tenso que nos recuerda la sobria realidad de la vida, la cual está llena de altas y bajas en sí misma.
            Es muy compleja la reacción que se obtiene ante la paradoja de forma y contenido que denota el arte y el diálogo. Los personajes crean un ambiente ficticio, dónde conociendo el medio del cómic todo puede ocurrir. Pero la consciencia de la veracidad de esta historia, de saber que las tragedias y horrores que relata Spiegelman a través de estas caricaturas realmente ocurrieron, crea una visión perturbadora e inquietante. Hay un efecto muy crudo en la manera en que los personajes, dibujados de una forma muy inocente, aparecen en escenas de muerte, violencia y un temor por la vida visualizado de una manera muy humana. La realidad por medio de lo imaginario hace de esta biografía una más palpable.

            En cuanto al diálogo, Maus se distingue de las de otras novelas gráficas por la utilización de este, lo cual forma en sí una pieza de literatura. El diálogo es un recurso principal en la novela, y se usa extensamente a través de cada recuadro. Pareciera como si el protagonista fuese el mismo diálogo y las caricaturas fueran el suplemento al mismo. La combinación de las imágenes con la detallada narrativa del cómic hace que este medio resulte idóneo para esta representación, pues es la viabilidad de la secuencia visual la que permite mover al lector del presente al pasado, al presente nuevamente de una manera imperceptible y fluida.

            Después de leer el primer volumen no me imaginaba que existiera un cómic que tratara un tema tan fuerte y serio, pero Spiegelman lo logra representar de una forma ingeniosamente intrigante y respetuosa al evento y a todos los que fueron afectados por él. Es una tensión reflexiva la que causa una ansiedad infructuosa e inescapable que surge al leer los pasajes de persecución, de escondidas a hambrunas y desasosiego ante la inminente llegada a los campos de concentración. La novela culmina cuando Vladec y su esposa son llevados a Auschwitz. Lo peor en Maus II: Where my troubles began está por pasar. 


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