La tragedia se hace
palpable en la ficción
[Por Angeline Medina]
Desde el siglo XX, el arte cómic ha
influenciado indudablemente el mundo del entretenimiento. Su influencia ha sido
tal, que hemos visto cómo diversas películas han tomado historias y personajes
famosos de la cultura cómic y los han llevado a la pantalla grande, atrayendo
así una mayor audiencia a este tipo de historias y acentuando este género como
uno predominantemente de acción y ficción. Quizás, es por tal razón que a pesar
de la fama que el género de superhéroes y acción dentro del cómic ha logrado
acaparar, prevalece aún una actitud de rechazo en torno al medio en general
como una posible fuente de arte con mayor peso, capaz de retar nuestras
concepciones y de calar hondo en nuestras sensibilidades. No obstante, tiene el
potencial de serlo, y ha sido demostrado desde el 1986, con la publicación de
la novela gráfica Maus: A Survivor’s Tale,
y su segundo volumen Maus: And here my
troubles began por el caricaturista Art Spiegelman, el único cómic en
merecer la distinción de un afamado premio Pulitzer.
Maus es una novela gráfica la cual
relata el periodo de la vida del padre del autor, Vladec Spiegelman, como
prisionero y sobreviviente judío del holocausto durante la Segunda Guerra
Mundial. Bajo una representación muy caricaturizada y en el estilo “noir” de
cómic, los judíos en Maus están
representados por ratones, y los alemanes nazi por gatos. Es una referencia
directa a la percepción de la época como los judíos siendo una raza inferior y
los gatos como un animal fuerte y dominante el cual se dispone a cazarlos. Esta
animalización de las personas contribuye a esta división de etnias promulgada
por el gobierno nazi, donde también en el cómic los polacos se representan como
cerdos, los franceses como sapos y los americanos como perros. Es una decisión
intrigante la de Spiegelman al utilizar esta visualización, pues proyecta que
la línea libre e inquieta de su novela sea simpática inicialmente a los ojos
del lector. Esta fue una de las razones que me causó interés en leerlo, y a
continuar leyéndolo. Sin embargo, y al profundizar en los diálogos y trama que
se presentan, me he dado cuenta que esta línea carga un peso histórico
tremendo. Por medio de la narrativa visual, es posible identificar cómo la
expresión del dibujante esconde tras de ella un tema mucho más complejo de lo
que ya es conocido, repleto de matices el cual experimenta una sociedad entera
frente al resto del mundo, y que se hace parte de cada individuo que presencia
esta deformación de la humanidad. El lector conocerá el transcurso de Vladec,
un muchacho pudiente, con metas de prosperar en el mundo de los negocios y como
este se deteriora social y económicamente hasta convertirse en una presa del
gobierno nazi, perdiendo su dignidad y su humanidad frente a este gobierno al
igual que su nación completa. No obstante, fue por su astucia en la forma en
que consigue acuerdos y tratos entre otros empresarios judíos y en ocasiones
hasta con soldados nazis, lo que le salva la vida en muchas ocasiones. Es
interesante ver cómo mediante esto, el concepto predispuesto de la víctima
adquiere otro grado de complejidad. El lector puede inferir que de no ser por
su posición social no hubiese tenido la misma oportunidad para sobrevivir. Conjunto a su historia, Spiegelman ilustra
también la tensa relación que ha crecido entre él y su padre, quebrada en parte
por esta misma marca que queda en la vida de Vladec. Se contraponen dos
perspectivas de vida. Una la cual carga con un torbellino de experiencias
crudas que marcarán de por vida la identidad del padre, y otra ajena a esta
experiencia, la de Art, la cual tiene que llegar a términos con un pasado que
desconoce pero que ya está impregnado en la historia de su identidad, y el cual
se le presenta continuamente en la figura de su padre. Es un enfoque dentro de
un pasado ya tenso que nos recuerda la sobria realidad de la vida, la cual está
llena de altas y bajas en sí misma.
Es muy compleja la reacción que se
obtiene ante la paradoja de forma y contenido que denota el arte y el diálogo.
Los personajes crean un ambiente ficticio, dónde conociendo el medio del cómic
todo puede ocurrir. Pero la consciencia de la veracidad de esta historia, de
saber que las tragedias y horrores que relata Spiegelman a través de estas
caricaturas realmente ocurrieron, crea una visión perturbadora e inquietante.
Hay un efecto muy crudo en la manera en que los personajes, dibujados de una
forma muy inocente, aparecen en escenas de muerte, violencia y un temor por la
vida visualizado de una manera muy humana. La realidad por medio de lo
imaginario hace de esta biografía una más palpable.
En cuanto al diálogo, Maus se
distingue de las de otras novelas gráficas por la utilización de este, lo cual
forma en sí una pieza de literatura. El diálogo es un recurso principal en la
novela, y se usa extensamente a través de cada recuadro. Pareciera como si el
protagonista fuese el mismo diálogo y las caricaturas fueran el suplemento al
mismo. La combinación de las imágenes con la detallada narrativa del cómic hace
que este medio resulte idóneo para esta representación, pues es la viabilidad
de la secuencia visual la que permite mover al lector del presente al pasado,
al presente nuevamente de una manera imperceptible y fluida.
Después
de leer el primer volumen no me imaginaba que existiera un cómic que tratara un
tema tan fuerte y serio, pero Spiegelman lo logra representar de una forma
ingeniosamente intrigante y respetuosa al evento y a todos los que fueron
afectados por él. Es una tensión reflexiva la que causa una ansiedad
infructuosa e inescapable que surge al leer los pasajes de persecución, de
escondidas a hambrunas y desasosiego ante la inminente llegada a los campos de
concentración. La novela culmina cuando Vladec y su esposa son llevados a
Auschwitz. Lo peor en Maus II: Where my
troubles began está por pasar.
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